Mi primer contacto con la biblioteca no fue precisamente ese plausible hábito de la lectura o el visualizarla como una “institución que colecciona fuentes primarias y secundarias con el propósito de conservar, transmitir y difundir el conocimiento”[1]; recuerdo que en la escuela secundaria la “biblioteca” significaba un refugio de tranquilidad, poco a poco esa diversidad de colores, tamaños y olores fue llamando mi atención y me atrapo uno de esos objetos raros: un libro de Gabriela Mistral.
El plasmar mis inicios con las diferentes fuentes tiene un fin, quizá no se logre visualizar, pero apela a una cuestión profunda que ocurre en nuestra sociedad mexicana: la falta de una cultura hacia la lectura; nuestra gente no está acostumbrada a leer y si a caso se efectúa ésta, generalmente es producto de la acción conductista de la escuela. Cuando se tiene la oportunidad de viajar al extranjero –no cabe duda que los viajes ilustran– se da uno cuenta que incluso en lugares no completamente idóneos como el transporte público las personas leen. Por lo que a mi manera de ver, si el objetivo de nuestra estancia en la universidad es aprender, el primer obstáculo que nosotros los universitarios debemos de romper es, precisamente, la desidia constante hacia la lectura.
Parte de los contenidos de esta asignatura los lleve en “metodología de la investigación” en la educación media superior, pero a decir verdad, no crearon el impacto que en la actualidad tienen para mi los sistemas de información. Al pasar los años y entrar a la Universidad tuve experiencias buenas y malas, aprendí a utilizar los catálogos, la clasificación, ubicación del acervo bibliográfico y hemerográfico así como el mal sabor que deja a veces la limitación de una estantería cerrada o bien cuando uno tiene que egresar una revista ya que es volumen único y otro usuario la necesitaba.
Dos aspectos son importantes de incluir en este párrafo, el primero es el aprender a manejar las fuentes de información, creo que este ejercicio debe iniciarse en etapas tempranas de la vida académica, de esta forma coadyuvara –con otros elementos– a la incorporación de lectores más jóvenes. El segundo se refiere a las bibliotecas y hemerotecas en nuestro país, todos sabemos que son insuficientes y más aún especializadas, no se planea bajo una estrategia integral de educación sino que obedece a otros intereses que nada tienen que ver con ella –es necesario evocar para tal explicación al edificio que se construyó el sexenio pasado y que con toda la “tecnología” no ha podido abrir sus puertas–.
Por otra parte, una de las funciones esenciales de la Universidad es la producción de conocimiento, y el medio más poderoso con que cuenta para realizarla es la investigación científica.[2] Si bien las fuentes de información no es el único pilar del conocimiento, es indudable el papel que juega en la creación de él.
Hace poco me llegó un protocolo de investigación para que diera mi opinión acerca de él, el objetivo del estudio era medir los efectos en la salud bucal de varios elementos tóxicos contenidos en el agua potable de cierta comunidad. Para mi sorpresa las referencias fueron obtenidas de la internet –lo que me indica por lo menos un manejo de alguna fuente de información– sin embargo al leer el documento, su contenido era inadecuado, más allá de mostrarme las bases científicas sobre las cuales descansaría el estudio se mostró recortes de periódicos con títulos como: “Nadie se salva del agua envenenada con metales y heces en…” y “Admite Conagua: hay plomo y arsénico en…”. En alguna otra ocasión deje a los alumnos una tarea sobre el tratamiento de la gingivitis –inflamación de las encías– fue increíble la cantidad y la diversidad de documentos que me entregaron, la mayoría de ellos procedían de la internet, la información partía desde remedios caseros como: cepillarse los dientes con tomillo en polvo, buches con tintura de própolis, frotarse las encías con cebolla hasta el tratamiento más sofisticado disponible.
No recuerdo quién describió a la Internet como “un gran basurero donde a veces se encuentra alguna joya", el problema es que, si no se cuenta con una formación adecuada es común llevarse la basura; en el marco de la globalización que experimentamos en los sistemas de información y el uso y abuso de las nuevas tecnologías disponibles es importante que un usuario pueda recuperar documentos relevantes para su actividad, más aún si esta implica la investigación.[3]
Creo que en la medida que aprendamos el manejo de la información podremos aplicar mejor nuestros conocimientos y ¿por qué no? hacer investigación.
[1] Garza, Mercado, Ario. "Los sistemas de información", en Manual de técnicas de investigación para estudiantes de ciencias sociales. 6ª ed. México, El Colegio de México, 2002. Págs. 85-99.
[2] Aréchiga, Hugo U. “Universidad y producción de conocimientos”, en Universidad y Conocimiento. México, Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, 1993 p. 33.
[3] Enciso, Berta. "Los derroteros de la información: la biblioteca en el contexto social", "Bibliotecas: sistemas de información y comunicación social", en La biblioteca: la bibliosistemática e información. 2ª ed. México, El Colegio de México, 1997. Págs. 85-99. Disponible en: http://www.cervantesvirtual.com